Manuel F. Ayau Cordón, Acerca de CICIACS
Manuel F. Ayau Cordón, Acerca de CICIACS
Compartieron esta vieja publicación de Manuel F. Ayau Cordón, del 14 de mayo de 2004, hace 14 años y medio, considero prudente compartirla en un formato que pueda ser compartido:
CICIACS (CICIG)
Todos estamos de acuerdo en que la violencia es una tragedia que causa grandes desgracias a muchas personas y familias inocentes, y que debe erradicarse. Pero erradicarla no se logra tirando el régimen de derecho por la ventana. Lo necesario es hacer valer la ley, la Constitución, y fortalecer el descuidado Poder Judicial. La violencia ha proliferado porque hemos maniatado al Poder Judicial como la Cenicienta Institucional. He ahí el remedio porque el mejor disuasivo para el crimen es la certeza en el cumplimiento de la ley.
Ya van varios meses que están en el tapete las discusiones sobre CICIACS. Quienes han dado argumentos en contra lo han hecho con ponderación, citando y puntualizando los aspectos inconstitucionales. En cambio, quienes lo apoyan han enfatizado que la CICIACS es “necesaria” debido al clima de violencia que los gobiernos no han sabido controlar. Con poca elegancia han atacado a las personas que se oponen, insinuando que son indiferentes ante la violencia e inclusive que tienen intereses siniestros y no han intentado rebatir sus argumentos. (esto me suena familiar)
Simplemente repiten que como las instituciones legales y formales del país han fallado en controlar la violencia, necesitamos encargárselo a las Naciones Unidas con amplios y arbitrarios poderes. Pero no refutan las razones jurídicas que sustentan quienes se han opuesto.
Quienes argumentan razones de institucionalidad no son ni criminales ni integrantes de grupos clandestinos, ni mafiosos. Entre los muchos que han opinado están distinguidos miembros del Colegio de Abogados, de distintas ideologías, como los doctores Francisco Villagrán Kramer y José Luis Gonzáles Dubón, así como dos comisiones del Congreso de la República las que a pesar de las presiones que están ejerciendo sus oponentes y algunas imprudencias y entrometidas misiones diplomáticas de tendencias conocidas.
Como éstas dan asistencia económica se consideran con derecho a inmiscuirse en asuntos internos de otras naciones, cosa que ellos jamás consentirían en sus propios países (¿Doble estándar?). Lamentablemente la ayuda económica extranjera se ha converitdo en licencia para tener iniciativa de ley con fines ideológicos.
No soy abogado pero sí sé leer y me parecen obvias las inconstitucionalidades expresadas por los oponentes al CICIACS. Sus proponentes están en una situación de manifiesta incongruencia pues por un lado piden el respeto a un Estado de Derecho, el cual comienza con el respeto a la Constitución, mientras por el otro, apoyan la creación de una entidad que la viola. Además, destruye la estructura organizativa constitucional del gobierno, sustituyendo los Poderes establecidos en la Constitución con un Poder Paralelo no representativo, — es decir, no democrático — con poderes discrecionales y responsable a nadie. Pareciera que quieren que se respete el régimen de derecho pero solamente cuando no estorba sus designios. En ninguna democracia sería aceptada una CICIACS.
Me extraña mucho que el Cardenal Arzobismo no inffluya en su Oficina de Derechos Humanos para que sea más respetuosa y ponderada cuando se dirige al público. Estoy seguro que la agresiva e intolerante actitud de su publicación del 10 de mayo en Prensa Libre no será del agrado del Cardenal Arzobismo Rodolfo Quezada Toruño y, consecuentemente, a mi juicio, le convendría a él y a la Iglesia cambiarle de nombre a esa Oficina, para que no parezca que hablan en su nombre.
La destrucción de las normas propias del debido proceso, aún cuando se piensa que justifica para corregir graves males, siempre ha resultado de insospechadas peores consecuencias. La controversia merece más ponderación.
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