Yo no te creo…

Hace un par de días un buen amigo me compartió una publicación de un músico nacional (que no existe término femenino para ese título) denunciando a otro músico nacional de abusos, trayéndose de colada a terceros quienes trabajan o trabajaron con la persona que denuncia, terceros famosos por ser blanco de muchas críticas, ataques y difamaciones de colectivos de izquierda.

Decidí echar un vistazo primero a las acusaciones, y encontré algo interesante, según la presunta víctima, pasaron más de diez años de abusos, en la publicación señala 23 acusaciones en contra del presunto victimario, y leyendo cada uno de los señalamientos, encuentro evidente la existencia de una relación de pareja entre la presunta víctima y el presunto victimario, lo cual me llevó a dudar mucho de la legitimidad de las acusaciones, así que decidí echar un vistazo al perfil de la presunta víctima.

En el perfil de la presunta víctima encontré a una persona que comparte y convive con muchísimos de los líderes de movimientos sociales de izquierda nacional, mucho de los que conozco por nombre y con quienes en una etapa de mi vida conocí en diferentes bares y clubes nocturnos, personas bohemias que se quejan del estado, trabajando para el estado, que hablan de explotación desde un dispositivo móvil “producto de la explotación”, que hablan de la apropiación cultural usando un atuendo típico, que se quejan de la violencia producto del narcotráfico mientras consumen un colmillo de cocaína o fuman un porro de mariguana, que hacen burla de funcionarios públicos por supuestos excesos mientras que nadan en toneladas de botellas de cerveza y alcohol de la noche anterior, esos contradictorios justicieros sociales conocidos como chairos, la izquierda rosa.

En el perfil de la presunta víctima también encontré muchísimos selfies con activistas de izquierda nacionales y extranjeros, esos que viven sermoneando a todo el mundo con discursos de privilegio mientras andan de trotamundos, desde Los Ángeles, Nueva York, Londres, Berlín, Roma, etc. ambientalistas piden salvar un lago mientras que con tantísimo viaje tienen un “footprint” de CO2 más grande que el 99% de todos los guatemaltecos, y obviamente, feministas de tercera ola que nos hablan del privilegio de hombre blanco producto del heteropatriarcado capitalista falocentrista, mientras viven una vida de viajes, lujos y gustos que ningún guatemalteco trabajador se puede dar a diario, como ellos sí se los dan, porque si algo da plata, es vender un discurso que polariza naciones.

Y mientras que en este perfil de la presunta víctima veo flyers de fiestas de Psycho que recuerdo bien eran fiestas alcohol, drogas y desenfreno, mientras veo a aquellos locos bohemios y drogadictos que conocí hace más de 15 años, mientras que recuerdo cómo eran de moral flexible y sexualidad ambigua, encuentro luego las imágenes de personajes que se dedicaron a la difamación de mi persona y de todo aquel que atentara contra las falsas narrativas a favor de una agenda progresista de izquierda, y termino concluyendo en un “Yo no te creo”.

Porque señalar es fácil, pero probar es otra historia, y si bien tampoco simpatizo en lo más mínimo con el presunto victimario, siendo él otra muestra del mismo gremio de decadencia, considero que el debido proceso y la presunción de inocencia son indispensables, que sea una investigación profunda, una serie de evidencias tangibles y producto de ciencia dura, que prueben fuera de toda duda los señalamientos hechos por la presunta víctima, de no probarse ninguno de sus señalamientos, que asuma la consecuencia de sus decisiones y de sus actos.

Yo no te creo, pero estoy dispuesto a que los fiscales realicen las diligencias necesarias que nos puedan hacer creer, o dejar de creer, ya no más al linchamiento mediático, a la destrucción de reputaciones y aún del sustento de terceros con el fin de avanzar una agenda ideológica o política o con el fin de lograr vendettas personales, es con evidencias.

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